10 de junio: LA verdadera cara del prd y la falsa izquierda
Como en las manifestaciones de fechas pasadas, recientes y lejanas, el gobierno “progresista” de la Ciudad de México ha vuelto a sacar los dientes: el pasado 10 de junio golpearon y encerraron a 22 manifestantes, entre ellos estudiantes y periodistas, que marcharon en memoria y repudio de la matanza, pertrechada a manos del grupo paramilitar los "Halcones", de estudiantes en 1971. Algunas detenciones se hicieron con lujo de violencia y todas implican una violación flagrante de los más elementales derechos políticos y civiles de los aprendidos: el derecho a la protesta social, a la libertad de prensa, el derecho a disentir.
Ante estos hechos —que coronan una cadena de actos represivos que los gobiernos perredistas han ejecutado desde 1999, año en que mandó golpear salvajemente a los huelguistas de la UNAM mientras marchaban sobre el Periférico— es imprescindible un claro posicionamiento político. No olvidamos que el gobierno de la Ciudad ha reprimido sistemáticamente, desde entonces, toda movilización que muestre alguna posición crítica desde la izquierda independiente a sus políticas neoliberales y a su franco favorecimiento de la clase alta capitalina. No olvidamos el encierro injustificado durante casi un año de Víctor Herrera Govea en 2008 ni la represión brutal contra los opositores de la Supervía. Tampoco olvidamos las palizas que Alejandro Encinas propinaba a los estudiantes del CCH Sur en avenida Periférico, mientras toleraba el plantón de AMLO y sus secuaces en el Centro Histórico.
No olvidamos que en el 2009, durante la marcha del 2 de octubre, fue también salvajemente reprimido por la policía capitalina el contingente anarquista. No olvidamos que los proyectos de reestructuración urbana, como la construcción de segundos pisos y la remodelación del centro histórico, han sido planeados para el beneficio de las minorías pudientes de la ciudad y han aportado inmensas cantidades de dinero a los capitalistas que arriendan dichos proyectos, entre ellos Carlos Slim y los capitales sionistas que renovaron la Alameda Central y vendieron la maquinaria para la construcción de los distribuidores viales. Es claro que la política represiva que hemos mencionado tiene como objetivo garantizar el sostenimiento de esa política elitista y antidemocrática, blindada contra toda crítica y contra toda forma de protesta social.
El PRD se vale de idénticas formas de dominación y de control social que sus antecesores priistas. Además de los programas de asistencia social de corte clientelar, el caudillismo y el charrismo sindical, la utilización de organizaciones estudiantiles serviles y la obtención de votos por vías corporativas, el PRD y sus partidos satélites han conseguido mantener a los movimientos sociales a raya, garantizando así la continuidad y la realización de sus proyectos neoliberales que excluyen y marginan a las clase trabajadora de la Ciudad de México. Mediante las políticas de control clientelar y las represiones salvajes, como las del 10 de junio y el 1 de diciembre pasados, el GDF de las “izquierdas” deja claro de qué lado de la línea de clases está. Por ello, es lamentable que diversas organizaciones sociales sigan creyendo en las vías institucionales como canales útiles y eficientes para la consecución de sus objetivos. Los llamados al “voto útil” en coyuntura electorales, tanto como el pretexto de la “unidad a toda costa”, no han hecho sino llevarlos a una derrota tras otra, sacrificando la independencia política a cambio de concesiones pragmáticas que a mediano plazo pierden vigencia, dejan las cosas iguales que antes de la lucha y sólo contribuyen a mantener el status quo que promueven las clases dominantes y sus partidos.
En coyunturas de persecución como la que vivimos hoy en día, las consecuencias de la estrategia reformista y claudicante aparecen en todo su esplendor. Si bien se pensaba que la lucha jurídica desatada por la represión de diciembre había llegado a buen puerto con la modificación del artículo 362, ahora vemos cómo eso no es pretexto para que las hordas policiales de Miguel Ángel Mancera salgan a la calle a golpear y encerrar estudiantes inconformes. Pero aún sería inocente pensar que los límites terminan ahí. Es clara y manifiesta una intensa campaña de espionaje, persecución y calumnias en contra de activistas universitarios pertenecientes a la izquierda independiente. Así, quienes no criminalizaron ni condenaron a los estudiantes del CCH que tomaron la Rectoría, han sido objeto ya de dos cadenas de amenazas y difamaciones que circularon por internet. La campaña difamatoria del diario La Razón en contra del Frente Oriente aparece, también, como un complemento de la estrategia represiva del GDF y sólo con ojos muy ingenuos puede creerse en el antagonismo discursivo que respecto a él suscribe dicho periódico.
En concordancia con lo anterior, es un hecho que La Jornada, órgano semi oficial del PRD y sus satélites, ha cerrado filas en contra de la misma izquierda independiente. Vemos cómo más de uno de los columnistas emblemáticos condena y criminaliza a luchadores sociales sin otro argumento que los datos que da Televisa en sus noticieros; vemos sin sorpresa que sus reporteros tergiversan la información con tal de que sean sus personajes favoritos los que aparezcan como buenos progresistas: Marcelo Ebrard, Miguel Angel Mancera, José Narro; mientras que los encapuchados, esos eternos incorregibles, no son sino vándalos y delincuentes que dañan la imagen de la izquierda y que merecen más la cárcel que el respeto de sus derechos políticos. Porque esos articulistas que se retiraron hace décadas de las luchas pretenden juzgar, desde la comodidad de sus escritorios, lo que es correcto y coherente para la izquierda. Al parecer, en esta ciudad la izquierda burguesa y la derecha han cerrado filas para decidir qué sí pueden hacer y qué no los activistas.
Es claro, por todo lo anterior, que ese gobierno de falsa izquierda no tiene otro objetivo que dar cauce en la Ciudad al mismo modelo neoliberal que predomina en el resto del país, cuidándose de promover una imagen de democracia y pluralismo que sólo puede creerla quien se ha olvidado por completo de lo que es la lucha social en la calle. Su policía no sirve para resguardar nuestros derechos políticos elementales, sino para tundirnos y encerrarnos cuando esos derechos les resultan incómodos; sus tribunales no garantizan la libertad de prensa ni el derecho a la legítima protesta social, su función es encarcelar a todo aquel que los use para contradecir al régimen; su prensa no está para decir la verdad, sino para calumniar y satanizar a todos los que sólo en la independencia política han encontrado el camino de la transformación social. Aunque es cierto que en estos momentos se impone una táctica jurídica e institucional para sacar a los presos, queremos recalcar que las condiciones para la represión son también el producto de la ingenua confianza que los movimientos sociales han depositado en la izquierda burguesa que gobierna la Ciudad.
Es evidente que del primero de diciembre a la fecha se ha avanzado poco o nada en términos de las alianzas de clase pertinentes en la lucha contra las reformas estructurales; sin estas alianzas imprescindibles, la movilización jamás contará con las garantías de seguridad necesarias ante la represión del estado. Avanzar en ese sentido implica romper con las ataduras políticas que ligan al movimiento con esa falsa izquierda: mientras se siga tratando de pedirle al gobierno que no persiga, que no encarcele y que no defienda intereses de clase; mientras esa siga siendo toda la política que se hace, la represión seguirá amenazando cada una de las movilizaciones. Si tras el primero de diciembre, hubiese sido la movilización independiente de estudiantes y trabajadores la que a base de cierres y bloqueos liberara a los presos, hoy el GDF se la pensaría dos veces antes de tocar de nuevo al movimiento. Sin embargo, el supuesto triunfo que supuso la modificación del artículo 362 y el pago de las fianzas por parte de los diputados del PRD, sólo hinchó los ánimos pequeñoburgueses de la parte más conservadora del movimiento estudiantil, convenciéndolo de que él mismo se bastaba para llevar sus luchas adelante.
En virtud de todo lo anterior, consideramos que son dos los aspectos que el movimiento estudiantil debe privilegiar en adelante: el primero, la vinculación orgánica con la clase trabajadora, con sus organizaciones independientes y con todas aquellas con las que sea necesario el trabajo de convencimiento respecto a la necesidad de la autonomía de clase; el segundo, su absoluta independencia política y organizativa respecto a todos los partidos de la burguesía. Sólo de este modo podrán consolidarse las garantías mínimas para que la organización no pueda ser reprimida y podamos dedicar todo nuestro tiempo y energías a la organización de la lucha revolucionaria y no a la defensa de nuestros derechos elementales.
¡LIBERTAD A TODOS LOS PRESOS POLÍTICOS DEL PAÍS!
CUBÍCULO BUENAVENTURA DURRUTI 114-BIS, FFYL
“LLEVAMOS UN MUNDO NUEVO EN NUESTROS CORAZONES"
Ciudad Universitaria a 12 de junio del 2013
Ante estos hechos —que coronan una cadena de actos represivos que los gobiernos perredistas han ejecutado desde 1999, año en que mandó golpear salvajemente a los huelguistas de la UNAM mientras marchaban sobre el Periférico— es imprescindible un claro posicionamiento político. No olvidamos que el gobierno de la Ciudad ha reprimido sistemáticamente, desde entonces, toda movilización que muestre alguna posición crítica desde la izquierda independiente a sus políticas neoliberales y a su franco favorecimiento de la clase alta capitalina. No olvidamos el encierro injustificado durante casi un año de Víctor Herrera Govea en 2008 ni la represión brutal contra los opositores de la Supervía. Tampoco olvidamos las palizas que Alejandro Encinas propinaba a los estudiantes del CCH Sur en avenida Periférico, mientras toleraba el plantón de AMLO y sus secuaces en el Centro Histórico.
No olvidamos que en el 2009, durante la marcha del 2 de octubre, fue también salvajemente reprimido por la policía capitalina el contingente anarquista. No olvidamos que los proyectos de reestructuración urbana, como la construcción de segundos pisos y la remodelación del centro histórico, han sido planeados para el beneficio de las minorías pudientes de la ciudad y han aportado inmensas cantidades de dinero a los capitalistas que arriendan dichos proyectos, entre ellos Carlos Slim y los capitales sionistas que renovaron la Alameda Central y vendieron la maquinaria para la construcción de los distribuidores viales. Es claro que la política represiva que hemos mencionado tiene como objetivo garantizar el sostenimiento de esa política elitista y antidemocrática, blindada contra toda crítica y contra toda forma de protesta social.
El PRD se vale de idénticas formas de dominación y de control social que sus antecesores priistas. Además de los programas de asistencia social de corte clientelar, el caudillismo y el charrismo sindical, la utilización de organizaciones estudiantiles serviles y la obtención de votos por vías corporativas, el PRD y sus partidos satélites han conseguido mantener a los movimientos sociales a raya, garantizando así la continuidad y la realización de sus proyectos neoliberales que excluyen y marginan a las clase trabajadora de la Ciudad de México. Mediante las políticas de control clientelar y las represiones salvajes, como las del 10 de junio y el 1 de diciembre pasados, el GDF de las “izquierdas” deja claro de qué lado de la línea de clases está. Por ello, es lamentable que diversas organizaciones sociales sigan creyendo en las vías institucionales como canales útiles y eficientes para la consecución de sus objetivos. Los llamados al “voto útil” en coyuntura electorales, tanto como el pretexto de la “unidad a toda costa”, no han hecho sino llevarlos a una derrota tras otra, sacrificando la independencia política a cambio de concesiones pragmáticas que a mediano plazo pierden vigencia, dejan las cosas iguales que antes de la lucha y sólo contribuyen a mantener el status quo que promueven las clases dominantes y sus partidos.
En coyunturas de persecución como la que vivimos hoy en día, las consecuencias de la estrategia reformista y claudicante aparecen en todo su esplendor. Si bien se pensaba que la lucha jurídica desatada por la represión de diciembre había llegado a buen puerto con la modificación del artículo 362, ahora vemos cómo eso no es pretexto para que las hordas policiales de Miguel Ángel Mancera salgan a la calle a golpear y encerrar estudiantes inconformes. Pero aún sería inocente pensar que los límites terminan ahí. Es clara y manifiesta una intensa campaña de espionaje, persecución y calumnias en contra de activistas universitarios pertenecientes a la izquierda independiente. Así, quienes no criminalizaron ni condenaron a los estudiantes del CCH que tomaron la Rectoría, han sido objeto ya de dos cadenas de amenazas y difamaciones que circularon por internet. La campaña difamatoria del diario La Razón en contra del Frente Oriente aparece, también, como un complemento de la estrategia represiva del GDF y sólo con ojos muy ingenuos puede creerse en el antagonismo discursivo que respecto a él suscribe dicho periódico.
En concordancia con lo anterior, es un hecho que La Jornada, órgano semi oficial del PRD y sus satélites, ha cerrado filas en contra de la misma izquierda independiente. Vemos cómo más de uno de los columnistas emblemáticos condena y criminaliza a luchadores sociales sin otro argumento que los datos que da Televisa en sus noticieros; vemos sin sorpresa que sus reporteros tergiversan la información con tal de que sean sus personajes favoritos los que aparezcan como buenos progresistas: Marcelo Ebrard, Miguel Angel Mancera, José Narro; mientras que los encapuchados, esos eternos incorregibles, no son sino vándalos y delincuentes que dañan la imagen de la izquierda y que merecen más la cárcel que el respeto de sus derechos políticos. Porque esos articulistas que se retiraron hace décadas de las luchas pretenden juzgar, desde la comodidad de sus escritorios, lo que es correcto y coherente para la izquierda. Al parecer, en esta ciudad la izquierda burguesa y la derecha han cerrado filas para decidir qué sí pueden hacer y qué no los activistas.
Es claro, por todo lo anterior, que ese gobierno de falsa izquierda no tiene otro objetivo que dar cauce en la Ciudad al mismo modelo neoliberal que predomina en el resto del país, cuidándose de promover una imagen de democracia y pluralismo que sólo puede creerla quien se ha olvidado por completo de lo que es la lucha social en la calle. Su policía no sirve para resguardar nuestros derechos políticos elementales, sino para tundirnos y encerrarnos cuando esos derechos les resultan incómodos; sus tribunales no garantizan la libertad de prensa ni el derecho a la legítima protesta social, su función es encarcelar a todo aquel que los use para contradecir al régimen; su prensa no está para decir la verdad, sino para calumniar y satanizar a todos los que sólo en la independencia política han encontrado el camino de la transformación social. Aunque es cierto que en estos momentos se impone una táctica jurídica e institucional para sacar a los presos, queremos recalcar que las condiciones para la represión son también el producto de la ingenua confianza que los movimientos sociales han depositado en la izquierda burguesa que gobierna la Ciudad.
Es evidente que del primero de diciembre a la fecha se ha avanzado poco o nada en términos de las alianzas de clase pertinentes en la lucha contra las reformas estructurales; sin estas alianzas imprescindibles, la movilización jamás contará con las garantías de seguridad necesarias ante la represión del estado. Avanzar en ese sentido implica romper con las ataduras políticas que ligan al movimiento con esa falsa izquierda: mientras se siga tratando de pedirle al gobierno que no persiga, que no encarcele y que no defienda intereses de clase; mientras esa siga siendo toda la política que se hace, la represión seguirá amenazando cada una de las movilizaciones. Si tras el primero de diciembre, hubiese sido la movilización independiente de estudiantes y trabajadores la que a base de cierres y bloqueos liberara a los presos, hoy el GDF se la pensaría dos veces antes de tocar de nuevo al movimiento. Sin embargo, el supuesto triunfo que supuso la modificación del artículo 362 y el pago de las fianzas por parte de los diputados del PRD, sólo hinchó los ánimos pequeñoburgueses de la parte más conservadora del movimiento estudiantil, convenciéndolo de que él mismo se bastaba para llevar sus luchas adelante.
En virtud de todo lo anterior, consideramos que son dos los aspectos que el movimiento estudiantil debe privilegiar en adelante: el primero, la vinculación orgánica con la clase trabajadora, con sus organizaciones independientes y con todas aquellas con las que sea necesario el trabajo de convencimiento respecto a la necesidad de la autonomía de clase; el segundo, su absoluta independencia política y organizativa respecto a todos los partidos de la burguesía. Sólo de este modo podrán consolidarse las garantías mínimas para que la organización no pueda ser reprimida y podamos dedicar todo nuestro tiempo y energías a la organización de la lucha revolucionaria y no a la defensa de nuestros derechos elementales.
¡LIBERTAD A TODOS LOS PRESOS POLÍTICOS DEL PAÍS!
CUBÍCULO BUENAVENTURA DURRUTI 114-BIS, FFYL
“LLEVAMOS UN MUNDO NUEVO EN NUESTROS CORAZONES"
Ciudad Universitaria a 12 de junio del 2013